Este año ha tocado una visita a París y como no podía ser de otra forma nos hemos acercado al cementerio de Père Lachaise para visitar la tumba y rendir homenaje a Oscar Wilde.
Como creo que todos sabéis, dentro de nuestro todavía modesto catálogo tenemos dos audiolibros de textos de Oscar Wilde: El Amigo Fiel y El Pescador y su Alma
¿y por qué esta especial gracia para este autor? La admiración y el gusto por las obras de este genio de origen irlandés le viene a Esperanza de lejos y se acentuó especialmente cuando en sus estudios de arte dramático en la RESAD empezó a conocerlo de forma más íntima. Y esta pasión es capaz de contagiarla a cualquiera, más allá de los manidos por sobradamente acudidos La importancia de llamarse Ernesto (como bien sabéis imposible traducción del juego de palabras de The Importance of being Earnest) o El retrato de Dorian Gray. Aun recuerdo la impresión que a mi me causó la lectura del texto teatral Vera o los Nihilistas recomendada, como no, por Esperanza.
No es de extrañar que este autor sea una fuente inagotable de citas, muchas de ellas escondiendo entre ciertas dosis de banalidad o ligereza otras grandes dosis de conocimiento, sorpresa, búsqueda o reflexión sobre lo más íntimo del alma humana, ya que sus obras rezuman desde la sencillez un alcance impresionante sobre la verdad de los hombres.
Y para ejemplo, los dos audiolibros que cuando comenzamos con esta aventura de grabar, Esperanza escogió de los primeros para producir. Ya sólo en los títulos se averigua su sencillez y a la vez profundidad de los textos.
Y yendo a la excusa, si queréis, de este post, la visita a su tumba:
La verdad es que es bastante fácil de encontrar, especialmente si como nosotros escogéis entrar al cementerio por la entrada de la Av. du Père Lachaise, justo en el lateral contrario a la entrada principal, y a la que se llega de forma directa saliendo de la estación de metro Gambetta. Allí, en la Av. Carette se encuentra la tumba buscada.
Impresiona su estilo, muy distinto al mayoritario del cementerio, con un ángel con reminiscencias babilónicas de un estilo claramente modernista creada en 1912 por Jacob Epstein. Y también impresiona el hecho de que desde 2011 tuviera que ser protegida por una mampara de cristal de dos metros para evitar en lo posible tanto el vandalismo de algún idiota como los daños que provocaba en ella la costumbre iniciada en 1999 de dejar la huella de los labios pintados de sus visitantes. Si veis las imágenes que aparecen en la web oficial del cementerio que os ponía antes, tomadas antes del despliegue de la protección, veréis a que nos referimos (abajo una de ellas).
Aun y con estas, l@s admiradores más acérrimos no dejan de hacer esfuerzos para plasmar la huella de su beso póstumo al autor, como podéis ver en la siguiente imagen, esta vez hecha por mi.
Os recuerdo que la mampara que podéis ver tiene dos metros de altura, lo que significa básicamente que la gente tiene que subirse a la tumba que está al lado de la de Wilde (también muy bonita por cierto) para poder plasmar su beso en ella, arriesgándose a que un guardia les pille y a la correspondiente multa (y os puedo asegurar que hay bastantes guardias). Esto en el fondo no refleja más que la admiración subyacente por Oscar Wilde, genio denostado en su momento que con su sutil y limpia mirada nos permite conocernos un poco mejor.
Por supuesto no puedo dejar de recomendaros que escuchéis los dos audiolibros de Oscar Wilde que os ofrecemos, y que descubráis en ellos la sinceridad de los textos y lo transparente que se hace el alma humana en ellos, así como la interpretación que en ellos hace Esperanza y que permite que nos llegue de la forma más directa el espíritu de su escritura.
Gracias, Oscar, por tus obras y por dejarnos en herencia un cachito de tu alma.
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